Dentro del estrés laboral, una de las condiciones que más puede afectar a la calidad de vida del individuo, es el trabajo por turnos. La desregulación del ritmo de sueño puede ser la característica más sobresaliente de estas condiciones laborales. El sueño es un ritmo circadiano sincronizado por relojes internos, así como sincronizadores externos. De estos últimos el sincronizador más potente del ritmo sueño/vigilia es la alternancia luz/oscuridad determinada por el movimiento de rotación de la Tierra.
Cuando por razones sociolaborales (horario nocturno, turnos rotatorios, vuelos transcontinentales) se modifican los horarios habituales, empiezan a manifestarse distintas alteraciones físicas y psíquicas (sensación general de malestar, fatiga, disminución de la vigilancia, descenso de la electroencefalografía del sueño…), síntomas que se ven agravados cuando el periodo de mantenimiento de los turnos no es suficiente como para el que el sujeto se estabilice y adecúe su funcionamiento general al nuevo horario, sobre todo su ritmo de sueño a los nuevos horarios. Es el caso de aquellos trabajadores que cambian de horario cada semana, teniendo en un mismo mes tres horarios diferentes, mañana, tarde y noche.
Dificultad de adaptación al trabajo por turnos
Al igual que a los viajeros, a los trabajadores puede tomarles hasta un día por cada hora de cambio de horario para normalizarse. Trabajar por turnos de dos semanas significa que el trabajador tendrá hasta ocho días de menor agudeza mental, somnolencia, la digestión y menos bienestar, lo cual lo coloca en una situación de alto riesgo de cometer errores. Incluso si nos adaptamos a un nuevo horario existe aún una periodicidad en el ciclo de dormir-despertar que nos vuelve propensos a adormecernos entre la medianoche y las siete de la mañana y entre la una y las cuatro de la tarde si no contamos con el estimulo (estrés) suficiente para mantenernos alerta durante esas horas.
Los índices de demandas por compensación debidas a accidentes laborales muestran un alza notable entre los trabajadores que alternan horarios, en especial durante las fases iniciales de un nuevo turno, cuando aún no han tenido el tiempo necesario para adaptarse.
Aún en el caso de que se de una cierta estabilidad, en trabajadores cuyo trabajo se desarrolla siempre de noche, los datos muestran que la calidad de vida se ve claramente afectada por diversos factores: una deficiente calidad del sueño (aún durmiendo las mismas horas, la calidad de sueño no es la misma por el día que por la noche), descenso del nivel de competencia laboral, problemas en las relaciones familiares, con la pareja y con los hijos, por una incapacidad de coordinación de actividades sociales y familiares, que lleva a todo el sistema familiar (padres, hijos, incluso abuelos) a resentirse de la actividad por turnos de uno de sus componentes.
Es evidente que los efectos que esta forma de trabajo tiene se ven modificados por las condiciones de vida del núcleo familiar, y los elementos que entren en juego:
• La existencia de hijos hace que la adaptación sea peor para la pareja, aún cuando ese sistema de haya elegido para poder compartir la crianza de los niños. El cansancio laboral, unido al desempeño de las funciones parentales hace que la pareja carezca de tiempo para ella misma, o que el tiempo dedicado sea de mala calidad.
• La flexibilidad en la distribución de las tareas domésticas en la pareja ha pasado a ser un factor que afecta positivamente a las mujeres que pueden verse descargadas de ciertas obligaciones cuando deben desempeñar un trabajo por turnos.
• El nivel adquisitivo influye haciendo que ciertas responsabilidades de la casa o de los hijos puedan descargarse en empleados domésticos.
Las estrategias de la organización para reducir estas fuentes de estrés estarían encaminadas a ofrecer:
– Más oportunidades en la elección de turnos.
– Introducción de horarios flexibles.
– Semana laboral comprimida.
– Empleo a tiempo parcial.
– Puesto compartido.
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